Un hilo de sangre recorría su rostro, floreciendo en su frente y bajando por su mejilla hasta topar con el frío suelo de la calle. Sus músculos se relajaron de pronto y una última bocanada de aire rozó sus labios como el último beso que la vida le concedía antes de despedirse de ella para siempre. Sus ojos se cerraron, y así entró en un sueño que ya nunca le abandonaría.
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