Eran las 4:06 a.m. Se despertó agitada con el ruido del despertador. Llevaba más de un mes haciendo lo mismo porque había leido en algún sitio (probablemente una revista estúpida) que así se recordaban los sueños infaliblemente. Se levantó, cogió su libreta y anotó: " 16 de Febrero 2009, cuerpo distintos, almas distintas, confusión, impotencia." Y se volvió a la cama.
A la mañana siguiente, no recordaba nada de todo aquello, pero un sentiemiento de culpabilidad la carcomia por dentro. Buscó y buscó un motivo, pero no encontró ninguno lo suficientemente grande como para generar aquel malestar. Quizás sea una sumación de motivos. Oía en su cabeza una voz que le decía: " Deja de pensar y actua, mueve tu cuerpo y haz que tus neuronas dejen de retorcerse o te sangrará la nariz." El problema es que no sabía hacia qué dirección caminar. Decidió ser simplemente egoísta, y dar el brazo a torcer por una vez en su vida, no porque le importara lo que iba a hacer, sino para estar tranquila sabiendo que había puesto todo de su parte.
Cogió el teléfono y marcó su número. Aún se lo sabía de memoria, aunque a penas lo había utilizado.
Dijo: "Hola, Soy Marina, tenemos que hablar."
Y colgó. Pensó que si querría acercarse a ella llamaría, sino simplemente dejaría las cosas como estaban.
Ella se sentó en la cama y comenzó a morderse las uñas mientras se miraba los dedos de los pies.
Llamará, o no lo hará... La culpabilidad se había transformado en pura ansiedad, pero era algo con lo que ya había aprendido a lidiar. Un par de flexiones, un baño de espuma y como nueva. Sí, eso haría, pero por qué no llama.
Entonces se dió cuenta de algo, sí que le importaba la persona que había tras el número de teléfono, y eso hizo que se volviera a sentir mal consigo misma.
Por qué no aprendes Marina, por qué no olvidas. Nadie tenía las respuestas.
El tic-tac del despertador se oía tan alto que apenas podía escucharse a sí misma.
"Pondré la tele, así evitaré pensar".
Sintonizó el único canal que pillaba su antenucha y apareció una película estúpida sobre perros que hablablan.
" Se pueden hacer películas sobre perros sin que éstos hablen". Pensó mientras fruncía el ceño.
"Ordenaré mis cosas.." Desdobló y dobló de nuevo una por una todas las prendas del armario. Hizo la comida, llenó una copa de vino y se sentó a la mesa.
"Miraté pareces una simple niñata.. con lo que tú has sido.."
"¡Y aún soy!". Gritó en voz alta. Fue hasta el teléfono y arrancó de un tirón el cable.
"¡Ahora quién no quiere que llames soy yo!" Dijo al teléfono.
Fue hasta la nevera, sacó un helado, y se lo comió viendo la película de los perros parlantes. Era un verdadero placer permitirse ser así de infantil en determinadas ocasiones. Nunca sabría si llamó o no lo hizo, pero ella no sintió nada al respecto. Tenía el poder, controlaba la situación, y eso era suficiente.
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